sábado, 18 de mayo de 2013

Pequeños placeres


¿Qué es eso de “pequeño placer”? 

Para mí, es encontrar lo sublime en lo cotidiano, en lo inmaterial, en lo que no vale dinero… Esas cosas que te alegran el día con tan solo verlas, oírlas… En definitiva, sentirlas.

Las palabras de este artículo salen directamente de mi corazón, y sin tener que pararme a pensarlas, ya que tengo muy presente qué es lo que me hace feliz.

Para mí el pequeño placer que me brinda la vida día tras día no es un objeto, para nada… Es una persona, una gran persona. Y digo grande porque no encuentro una palabra para definirla, ya que nada se acerca a su perfección. La persona de la que os estoy hablando es aquella que me dio la vida, aquella que lleva 18 años luchando por mí, aquella que hace lo que hace por y para mí. Esa persona es mi madre. Y si me permitís, la mejor madre del mundo.



Podéis pensar que todos sentís especial veneración por vuestras madres, porque para algo son vuestras madres, pero os puedo asegurar que ninguno de vosotros tenéis el vínculo tan especial que nos une a nosotras. Justo hace unos días, una amiga comenzó a decirme lo admirable que le resultaba mi relación con mi madre, y es que cualquiera que nos conozco tan solo un poco a ambas, sabe que ninguna podría vivir sin la otra.

Es mi amiga, mi confidente, mi maestra, pero sobre todo mi madre.  Esa madre a la que con tan solo mirarla sé cómo está, esa madre luchadora, esa madre histérica, esa madre dulce, esa madre a la que quiero infinito. Esa madre a la que le debo tanto, tanto, tanto. Nunca podré devolverle todo lo que hace por mí, porque los hijos no nos damos cuenta de los grandes sacrificios que hacen nuestros padres por nosotros, pero os aseguro que sois el centro de sus vidas.

Lo admirable es que puedo tener el peor día de mi vida, pero la veo sonreír y esos problemas se esfuman, porque si ella es feliz, yo también lo soy. Y es por este motivo, entre otros, por el que digo que es mi “pequeño placer”. Eso que me hace feliz, lo que le da sentido a mi vida. Sin ella mis días no tendrían sentido.

Brotan de mi interior más y más palabras que decirle, pero las escribo y me veo obligada a borrarlas, porque es imposible plasmar aquí lo que siento por ella, y las palabras me resultan pobres. Este sentimiento es algo que solo ella puede entender cuando la miro y le digo ese “te quiero” que nunca irá dirigido a otra persona con tanta intensidad y sentimiento como el que le digo a ella.

Me parece interesante acabar mi último artículo para este maravilloso blog, con una pequeña crítica a la curiosa definición que da la RAE de “madre”.



¿No os resulta vulgar, pobre y totalmente obsoleta? Creo que nadie piensa que una madre es la que te da la vida. Me atrevo a poner en duda esa definición que da la Real Academia Española porque una madre no tiene que cumplir solo esa función. Una madre tiene que cuidarte, mimarte, apoyarte… Me parece injusta esa definición para muchas personas adoptadas. ¿Deben llamar madre a aquella persona que las tuvo y las abandonó? Estoy segura de que no. Deben llamar madre a esa persona que las han aceptado en su vida.

Por eso digo que la persona que me trajo al mundo es mi madre, porque además de tenerme, ha estado y estará conmigo siempre.

Te quiero “pequeño placer”


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